Los miedos detrás del nuevo Currículo Nacional

El nuevo Currículo Nacional (CN) muestra la visión de la educación que queremos para nuestros estudiantes de las tres modalidades de la Educación Básica: Educación Básica Regular, Educación Básica Especial y Educación Básica Alternativa. De acuerdo con el Reglamento de la Ley General de Educación, contiene los aprendizajes que deben lograr los estudiantes al concluir cada nivel y modalidad señalando su progresión, así como la forma de evaluarlos.

¿Qué tiene este nuevo currículo que ha generado tantas reacciones?

Este nuevo currículo en su afán de plantear una educación cada vez más igualitaria y democrática platea como uno de los siete enfoque transversales el de igualdad de género, el mismo que se va expresando en desempeños e indicadores en el nuevo currículo. Este enfoque, así como los otros, se plantean porque es evidente que en nuestra realidad existen brechas. Y en el caso de las brechas de género, estas generan desigualdades* que afectan el derecho a la educación:

  • En adolescentes (12 a 16 años) indígenas de la Amazonía, sólo el 43 % de adolescentes mujeres asiste a la educación secundaria, en los adolescentes hombres esta tasa asciende a 52 %. (ENAHO 2014-2015), diferencias son estadísticamente significativas al 95% de confianza.
  • Las mujeres tienen logros de aprendizaje más bajos que los hombres en Matemáticas; mientras que el 35 % de estudiantes de 2do de secundaria se encuentra en el nivel “En inicio” (el más bajo), este porcentaje es mayor (40 %) en las mujeres (ECE 2015 – Segundo Secundaria).

En la región Huancavelica, la brecha es mayor, de 10 puntos porcentuales (60 % de mujeres están “En Inicio”, frente al 50 % de hombres en ese nivel de logro).

  • En las zonas rurales, las mujeres tienen mayor tasa de retiro en la educación secundaria (5,1 %) que los hombres (4 %). En escuelas ubicadas en centros poblados de lengua aguaruna, la tasa de retiro de mujeres es de 10,4 %, y la de hombres es de 7,6 % (Censo Escolar 2015), 40% de las mujeres se retiran de la escuela secundaria por “motivos familiares” y “quehaceres domésticos”.
  • En zonas rurales, el 22% de adolescentes de 15 a 19 años ya son madres (tienen hijos nacidos y/o se encuentran embarazadas (Endes 2014).

En las regiones de selva Loreto y San Martín, 1 de cada 4 adolescentes de este rango de edad son madres (Endes 2014).

Es un fenómeno creciente, en Lima Metropolitana la tasa de adolescentes madres en 1991/1992 era de 4,4 %; hoy asciende al 12 %. (Endes 2014).

  • 7 de cada 10 casos de violaciones sexuales registradas por los Centros de Emergencia Mujer CEM son niñas y adolescentes (0 a 17 años). (MIMP, 2015)

En este contexto de desigualdades y violencia contra la mujer, no es suficiente hablar de igualdad de oportunidades y de derechos, cuando evidenciamos que nuestro desarrollo como hombres o mujeres está mediado por la forma como nos educan a las niñas y los niños en un determinado momento histórico y social. Por ejemplo, recién en el año 1956 se reconoce el derecho al voto a las mujeres y con ello el inicio de nuestro ejercicio ciudadano, antes solo podíamos ser esposas, madres o monjas. Básicamente vinculadas a espacios privados. Y en el caso de los varones se han reforzado roles de proveedores, de actuación en espacios públicos y de estereotipos de “fuertes e inexpresivos” que limitan su desarrollo emocional.

Es por ello que se habla de construcción de identidad de género, porque si bien nacemos varones o mujeres, lo que consideramos “femenino” o “masculino” son nociones que vamos construyendo día a día, en nuestras interacciones. Desde que nacemos, y a lo largo de nuestras vidas, la sociedad nos comunica constantemente qué actitudes y roles se esperan de nosotros como hombres o como mujeres.

Es ante el concepto de “construcción” que surgen actitudes beligerantes de líderes provenientes de las iglesias y de algunas figuras mediáticas, quienes han emprendido una campaña de miedo y odio señalando, que como la identidad de género se construye, en las escuelas con este nuevo currículo vamos a enseñar la homosexualidad “es decir un niño que nace varón podrá decidir si quiere ser niña y viceversa”. Estas expresiones no hacen más que evidenciar una profunda ignorancia y homofobia; cuando bien sabemos los educadores “que la homosexualidad no se enseña”, sino, revisemos nuestra propia experiencia, nadie nos enseñó que debía atraernos el sexo opuesto en el caso de los que somos heterosexuales.

Respecto a la diversidad sexual, lo que plantea el currículo en su última modificación es que tenemos que formar al ciudadano y ciudadanas que “se relaciona con las personas bajo un marco de derechos, sin discriminar por género, características físicas, origen étnico, lengua, discapacidad, orientación sexual, edad, nivel socioeconómico, entre otras y sin violencia”.

Como podemos ver este currículo apuesta por formar personas respetuosas a la diversidad, así como mujeres y hombres que puedan desarrollarse sin tener como trabas los estereotipos o los roles que están muy presentes en nuestro medio producto de la sociedad machista en la que vivimos.

Estimados colegas, son tiempos de cambio, de vencer nuestros propios prejuicios, de reconocer que hemos sido formados con los valores y estereotipos de una sociedad machista y fuertemente prejuiciosa; reconocer esto es básico, para poder emprender el desafío de formar a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes en una cultura democrática que les permita ser personas respetuosas, empáticas y solidarias.

La aspiración de formar a un mejor ciudadano y ciudadana es tarea de todos, unámonos las escuelas, las familias y la comunidad en la construcción de una educación igualitaria libre de discriminación y violencia.


[*] En base a la Información tomada del documento de trabajo de Magrith Mena, línea de género del Proyecto FORGE.

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Escribe: Flor Pablo, Plataforma por el derecho a la educación y la igualdad