¿Es la educación una prioridad en el actual contexto político?
La crisis política está posponiendo la puesta en marcha de una serie de decisiones que aborden los problemas más críticos del país, como la salud pública, educación y la pobreza en general que genera desigualdad e injusticias.
Hay varias interrogantes a plantear respecto a la educación: ¿la educación actual está desarrollando el máximo de las potencialidades de las/os educandos? ¿Se está impartiendo una educación que siente las bases de relaciones igualitarias entre hombres, mujeres y personas de la diversidad sexual y excluya todo tipo de discriminación y violencia? ¿Se está trabajando con estudiantes pensando en su bienestar presente y puedan construir un futuro que les propicie satisfacciones? ¿Se les está inculcando principios éticos y ciudadanos que fomente el desarrollo de personas comprometidas con el país y el respeto a las leyes?
La educación no parece ser una prioridad en el país: en el congreso se observa cómo están primando intereses económicos particulares sobre la calidad tanto de infraestructura como de la educación; la presión de las iglesias y sectores fundamentalistas están paralizando o haciendo retroceder políticas que significan un avance. Es un contexto adverso ante el cual el ejecutivo no responde con la eficacia y celeridad que las circunstancias exigen.
El discurso de los sectores conservadores inculca prejuicios y temores; por ejemplo, reclaman que compete a madres y padres educar sobre sexualidad a sus hijas e hijos; sin embargo, estos cada vez tienen menos tiempo para acompañarlos, y recurren a servicios de otras personas para que ayuden a niñas y niños en sus tareas cuando hay recursos, o las hacen solos.
No hay espacio para el diálogo familiar y la violencia contra niñas, niños y adolescentes es cada vez un problema más grave, bajo errados conceptos, como que es la mejor forma de educarlos o porque no los consideran personas con derechos sino de su propiedad.
De otro lado, el actual sistema agobia a docentes con una serie de papeleos y a alumnas y alumnos con el exceso de tareas que le roban a niñas y niños su tiempo de disfrutar precisamente de su niñez.
Muchas veces las exigencias metodológicas llevan a que se trabajen los contenidos de las materias separados de aquellos aspectos que tienen que ver con el desarrollo personal y social de niñas, niños y adolescentes.
Por lo pronto, hay problemas a los que hay que hacer seguimiento: analizar qué está originando el alto porcentaje de bajas calificaciones en estudiantes; dar especial atención a las escuelas rurales y sectores pobres para mejorar competencias de docentes y los locales educativos; en coordinación con el Ministerio de Salud abordar el impacto que tiene la desnutrición y la anemia en el aprendizaje de las y los estudiantes y si las estrategias adoptadas están dando resultado y dónde están los obstáculos.
Las instituciones educativas tienen que responder a las necesidades del país y a las demandas de las y los jóvenes para fortalecer sus competencias. Uno de los graves problemas es la delincuencia juvenil, y la estrategia formativa y laboral puede ayudar a disminuirla a través del fortalecimiento de las escuelas técnico-productivas con la especialización en ramas donde mayor demanda de trabajo exista. Estas mismas escuelas podrían ser espacios de actualización de adiestramiento para jóvenes y adultos.
Otro problema grave es la violencia de género. Estudios del Centro Flora Tristán en Cusco revelan que en la niñez tanto hombres como mujeres sufren agresiones; en los primeros termina en la adolescencia, pero en las segundas se prolonga a toda su edad reproductiva. La violencia en la casa es el foco de aprendizaje de la violencia como forma de relacionarse con las mujeres en el caso de los hombres, y que es natural que se ejerza sobre ellas en el caso de las mujeres. Por ello, esta violencia tiene que abordarse en las escuelas desde los primeros años de formación
Finalmente, el grave problema de corrupción en todos los niveles de la vida política y ciudadana exige que se formen estudiantes con principios de honestidad sólidos, inculcarles valores que no sean el de obtener dinero robándole a las/os más pobres, porque eso es lo que hace un/a congresista cuando miente respecto a sus actividades para recibir recursos que no le corresponden o cuando un gobernador, un gobernante o funcionario público solicita porcentajes para su bolsillo al asignar una obra pública.
Es decir, la educación tiene la delicada e importante misión de formar ciudadanas y ciudadanos diferentes, comprometidos política y socialmente, que sean capaces de construir un futuro que nos aleje de la actual realidad que vive el país.
Escribe: Gaby Cevasco, escritora, periodista especialista en género