Reforma Curricular o tener lo que no necesitamos
En su Mensaje a la Nación del 28 de julio del presente año el actual presidente de la República señaló que “se viene elaborando la propuesta curricular con la participación de la comunidad educativa de todas las regiones del país” y que para ello se está realizando una “Consulta Nacional de Aprendizajes: Tu voz para una mejor escuela”. La mencionada consulta tendría en esa fecha un 70 % de avance. Se trata de que “todos podamos opinar sobre cuáles aprendizajes necesitamos”. Además, informó que iniciarían “el proceso de generalizar la Digitalización del Currículo de la Educación Básica”.
Tales anuncios, sin embargo, no serían exactos. Ciertamente, el Ministerio de Educación (Minedu) inicio en el mes de mayo una consulta en el marco de una evaluación del Currículo Nacional de la Educación Básica (CNEB) vigente. Se trata de un proceso de naturaleza técnica. No se ha abierto una discusión sobre “qué aprendizajes necesitamos”. De hecho, no están en discusión los aprendizajes fundamentales, los enfoques transversales del currículo ni tampoco su definición como currículo por competencias.
Lo que preocupa al Minedu, como órgano rector de este proceso (la que ha sido comunicada por el presidente), es la evidencia de que a seis años de aprobación del CNEB es débil su implementación en las escuelas del país. Y las dificultades identificadas se diagnostican como la débil apropiación del cuerpo conceptual y orientador del currículo en el trabajo pedagógico de maestras y maestros en todo el país.
Esta evaluación sería un proceso que se inicia tardíamente, entre otras cosas, por la inestabilidad en la gestión del sector desde el 2016 y por la pandemia que afectó al sistema escolar y en consecuencia al derecho educativo.
Ciertamente, esta inexactitud en el discurso presidencial no es un hecho aislado. Se da en un contexto en el que los pocos avances realizados por el Estado en materia educativa están siendo atacados en base a criterios retardatarios y por medio de efusivas pero confusas iniciativas desde el Congreso de la república. Entre ellas, por ejemplo, el “Predictamen recaído en los proyectos de ley 38/2021-CR, 291/2021-CR y 410/2021-CR, por el que, con texto Sustitutorio, se propone la ley que declara de interés Nacional la introducción de contenidos curriculares de estudio sobre educación cívica e historia del terrorismo en el Perú en las instituciones educativas del país”. Se trata de una iniciativa inútil pues desconoce que ya el CNEB establece que el o la estudiante construyan interpretaciones de la historia en ejercicio de su autonomía y pensamiento crítico.
En estricto el CNEB señala:
Competencia 17. Construye interpretaciones históricas
El estudiante sustenta una posición crítica sobre hechos y procesos históricos que ayuden a comprender el presente y sus desafíos, articulando el uso de distintas fuentes; la comprensión de los cambios temporales y la explicación de las múltiples causas y consecuencias de estos. Supone reconocerse como sujeto histórico, es decir, como protagonista de los procesos históricos y, como tal, producto de un pasado, pero que, a la vez, está construyendo su futuro.
Este tipo de iniciativas muestran el desconocimiento y confusión existente respecto a la política educativa, dando lugar a propuestas que expresan un pensamiento inercial, donde los políticos actúan en materia educativa como personas que creen que solo se trata de repetir la escuela que ellos vivieron en su secundaria.
Ahora bien, ¿qué necesitamos como país en materia curricular? Desde esta esquina pensamos que no es suficiente un proceso técnico de revisión del CNEB porque los problemas de aprendizaje que hoy tenemos tienen que ver con el enfoque que desde hace varias décadas venimos reiterando en política curricular. Necesitamos un cambio de enfoque que ponga el foco en el protagonismo de los actores educativos: docentes, estudiantes y comunidades. Rectoría no puede seguir entendiéndose como la instrumentación de sujetos de la educación por parte de un saber externo a la vida de las escuelas.
Como señalaba Grundy en su ya clásico texto Currículum: proceso o producto, el currículo no es ese documento que emite la administración y termina en el estante del maestro. Es en la praxis, en la interacción de los sujetos de la educación donde hay que buscar la realidad del currículo y es sobre esta experiencia viva que hay que construir conocimiento. No es posible dar rectoría sin comprender esta realidad, tan compleja y tan diversa en nuestro país. Reconocer y comprender esta praxis es el primer paso para la necesaria reforma curricular que debiéramos tener.
Escribe: Severo Cuba Marmanillo. Educador, asociado de Tarea Asociación de Publicaciones Educativas
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