En educación: No es un simple deterioro

Cerramos el año 2024 con tres noticias alarmantes en educación: las declaraciones del ministro Quero señalando que los derechos humanos no son para todos y menos para las ratas (en alusión a los 49 asesinados por proyectil de arma de fuego en diciembre del 2022 y comienzos del 2023); la intoxicación de escolares por la entrega de alimentos de carne de caballo a escolares de zonas alejadas de cuatro regiones del Perú: se vendía como carne de res, pero era de caballo[1], que culmina con el asesinato de Nilo Burga, involucrado en este delito[2]; y la Ley que modifica el Código Penal que deroga la detención preliminar en casos de no flagrancia (y que favorece entre otros a los violadores de niñas y niños)[3].

Vivimos una situación de retroceso en la educación peruana, que no es sólo episódico. No es únicamente resultado coyuntural de una mafia en el poder. Expresa raíces oscuras más profundas y por ello es preciso leerlo históricamente.

El retroceso no es sólo episódico

Estamos ante hechos que es preciso leerlos históricamente. Hay 4 momentos:

El Estado Oligárquico que excluyó de la educación a las mayorías e instaló la educación como privilegio de una élite blanca y criolla.

La reforma educativa de los años 70’s que culmina un ciclo progresivo en la educación. Pasamos de un orden excluyente a la expansión de oportunidades educativas y al reconocimiento de la educación como derecho. La educación apareció como canal de igualación. Esta reforma coincide con cambios estructurales de la sociedad impulsada por el Estado.

El orden neoliberal que se instala a partir de los 80’s. Se impulsa una reforma educativa que ya no coincidía con cambios sociales estructurales, sino que estaba cobijada en un modelo que achicaba al Estado, reducía las oportunidades y precarizaba la educación pública. Era una apuesta por la calidad, pero sin bases de justicia. La educación dejó de ser un derecho y pasó a ser una mercancía. El Estado disminuido y subsidiario dejó de ser garante para promover la competencia sobre una base de desigualdad y segregación. Se instala un discurso cultural, que propugna el individualismo y el emprendedurismo, responsabilizando a los pobres de su pobreza y de no educarse suficientemente.

Destrucción de la democracia, violencia y barbarie. A partir del 2023 y, a pesar de que la pandemia puso en evidencia los límites del neoliberalismo, se agudiza su lógica que comienza a corroer y destruir la institucionalidad democrática e imponer una agenda anti-derechos, justificando la violencia contra los excluidos.

Períodos nefastos y entrelazados

Hoy vivimos simultáneamente las consecuencias de los dos últimos períodos, que están fuertemente vinculados. El cuarto momento es hijo del tercero y en él se suman y acumulan precariedad, segregación, violencia y crisis moral. La destrucción institucional de la democracia que ahora vivimos es parte del remezón del modelo económico que ya venía, desde la etapa tres, y que hoy día destruye la vida, corroe la sociedad y destruye el planeta. No está solo en crisis el ordenamiento socioeconómico sino que está en crisis la convivencia humana.

El primero, la precariedad de la educación pública y por tanto de la educación como derecho. El abandono de la educación pública del modelo neoliberal se evidencia en indicadores: el enorme deterioro de la infraestructura educativa, que no existía antes (porque se invertía en la escuela pública); el crecimiento de la educación privada (que supera el 30 %) sin regulación de calidad; y el estancamiento o crecimiento lento de la inversión en educación (medida como porcentaje del PBI). Bajo esta lógica se minimizó al Estado para dejar que la competencia y el libre mercado hagan el milagro de la calidad (Helfer 2023). La apuesta por la calidad en la educación pública en medio de su precarización se convirtió en un imposible y la meritocracia sin igualdad se convirtió en injusticia

El segundo es la consolidación de la lógica de segregación. Es decir, se agudiza la desigualdad en la educación y hay itinerarios educativos sin horizonte de bienestar. La educación ya no permite la movilidad social sino tan sólo pasar del estatus de indigente a pobre. La aspiración ya no es el progreso sino la sobrevivencia. Se convive con índices de anemia del 40 %, con datas de hambre, pobreza desempleo y subempleo que se maquillan, esconden o disfrazan en las cifras oficiales. Instalar o mantener un imaginario incluyente bajo el manto del esquema neoliberal excluyente deviene en absurdo y de allí su ridiculización (por ejemplo el billete de 10 soles para el menú de toda la familia, incluyendo postrecito).

El tercero es la penetración de la violencia, que convierte a las instituciones educativas en espacios inseguros. A la par que se agudiza la violencia estructural que esclaviza seres humanos, incluidos niños, la violencia de género, la violencia étnica; se agrava también la violencia cotidiana porque penetra en las escuelas, que dejan de ser ámbitos confiables de cuidado, para formar parte de la crisis de inseguridad ciudadana.

El cuarto es la instalación de una narrativa antiética. La crisis de convivencia que hoy día vivimos, la crisis de convivencia social ha instalado lo que Hannah Arendt llama la banalización del mal. No sólo se justifica el asesinato de personas y menores de edad, sino que desde el Congreso se instaura una normativa que protege el crimen, el delito y la corrupción. Las personas pueden morir y los delincuentes pueden operar siempre y cuando el modelo económico funcione. Incluso los violadores de niños pueden seguir libres al igual que los que alimentan a niñas y niños pobres con carne de caballo o de perro. La narrativa educativa oficial expresa con desparpajo el desprecio por los pueblos y familias indígenas y que justifica la violación de niñas como prácticas culturales[4]. El nuevo orden considera que muchos seres humanos no son relevantes, y sobre ellos se puede ejercer no sólo explotación y exclusión, sino expulsión y violencia. La banalización del mal se instala como ética política en el poder, afecta a la sociedad y rebota en los espacios sociales, entre ellos los educativos.

Las voces rancias arrecian. Intentan y están logrando imponer esquemas que habíamos creído superados, que eliminan, reducen o colocan en entredicho derechos ya conquistados y consagrados. El Estado mafioso ha convertido a la democracia en una caricatura en medio de un esquema de poder corrupto que justifica la violencia y el violentamiento de los seres humanos.

La captura de las instituciones democráticas, va acompañada de una estrategia cultural retardataria que busca imponer una nueva hegemonía cultural en la sociedad y también en la educación. Se produce una mezcla entre los estragos culturales del neoliberalismo en educación, con los estragos culturales del nuevo esquema barbárico, dando lugar a un perverso cóctel de autoritarismo, emprendedurismo, individualismo, machismo, racismo, homofobia, exaltación de la competencia, naturalización de la estafa, ilusión en la Marca Perú, legalización del delito, naturalización de las gritas y agresiones a periodistas , etc.

Está en marcha una intencionalidad de ultraderecha para dominar simbólicamente al conjunto de la sociedad (Laje 2022). El objetivo de la nueva derecha es conquistar el sentido común. Se trata de una narrativa que está destruyendo en la mente de las personas la conciencia de sus derechos.

Tres pistas

Pareciera que vivimos una lloclla[5], una catástrofe desastrosa de la que no sabemos cómo salir. Algunos pensadores plantean que ya la irracionalidad del esquema capitalista neoliberal salvaje es tal que estaría llegando a su límite, perdiendo la hegemonía casi absoluta de la que gozó por décadas. Por eso lo primero es afrontar el desafío cultural, recuperando los sentidos de una educación emancipadora y liberadora. Se trata de revertir desde la educación la esclavitud mental, que es la peor de todas las esclavitudes, porque te crea la ilusión de que eres libre, disfrazada de un discurso “antisistema”. Somos uno de los países con mayor tolerancia a la corrupción. El discurso amoral se instala también en la escuela y debe ser resistido y enfrentado.

Lo segundo es continuar con la defensa de la educación pública pero radicalizando el planteamiento: proponer el fin del lucro en la educación porque no podemos apostar por la inclusión educativa en medio del reinado de la mercantilización. La regulación de la oferta educativa es claramente insuficiente para restaurar el derecho a la educación. Ello implica voltear las prioridades, porque se sigue invirtiendo menos en las regiones más pobres. Colocar primero lo que está al último es revertir la fractura histórica que marca nuestro país. Impulsar fuerte inversión endógena con esquemas de gobernanza territorial.

Lo tercero es cambiar el modelo y narrativa educativas que se han venido impulsando. Hay que cuestionarlas. No podemos seguir apostando solo a elevar los aprendizajes e imponer contenidos homogéneos. En la última evaluación de Pisa el Perú es el último país en América Latina en creatividad, porque no estamos formando para el sentido crítico. Corresponde instalar con apertura un debate sobre la estandarización, porque ella se contrapone con la educación construida desde los territorios, pueblos y culturas. Una educación que responda a un perfil nacional pero con formas, currículos, estrategias y pedagogías diversas, que se sustenten en los saberes de las distintas poblaciones y se vinculen a las apuestas y aspiraciones de los diferentes pueblos.

Ello implica romper la mirada escolarizada de la educación. Sin abandonar la escuela como espacio socializador fundamental, hay que mirar el bosque más amplio donde las personas aprenden y se forman como personas y como ciudadanos. No sólo recuperar espacios, actores, culturas y saberes múltiples, sino asumir la educación como parte de la batalla cultural, que hoy día tiene que plantearse como un hecho social y político que impulse la sensibilidad, reciprocidad, solidaridad y cuidado de la vida, antídotos del discurso individualista y de la narrativa amoral que corroe la sociedad, banaliza el mal y destruye la vida.

Referencias bibliográficas
ARENDT, Hannah, (1999) Eichmann en Jerusalén, Un informe sobre la banalidad del mal. Barcelona
TRANSPARENCY INTERNATIONAL (2021) Índice de Percepción de la corrupción
LAJE, Agustín (2022) La Batalla Cultural, Reflexiones Críticas Para Una Nueva Derecha, Editorial Harper Collins, USA.


[1] Noemí Alvarado Llanos, exfuncionaria de la empresa proveedora Frigoinca, 11 nov 2024.
[2] Presidente del directorio de la empresa Frigoinca que lideraba una presunta organización criminal que sobornaba a funcionarios de Qali Warma para distribuir las conservas “Don Simón”, elaboradas con carne de caballo. La Fiscalía está investigando el crimen.
[3] Ley 32181 que limita las herramientas legales para garantizar la justicia en delitos graves.
[4] Declaraciones del ministro de Educación, Morgan Quero, y la ministra de la Mujer, Ángela Hernández, señalando que los más de 500 casos de violación contra las niñas y adolescentes del pueblo Awajún son “prácticas culturales” (Junio 2024).
[5] Figura andina que alude a una masa enorme de lodo, fango y peñas originada por las lluvias torrenciales y las crecidas de los ríos, de la que no podemos salir. Mencionada por Cinthia Ayala de Tarea en Ayacucho.

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Escribe: Teresa Tovar Samanez.
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