El bullying es un problema moral

El bullying escolar, también llamado acoso o intimidación escolar, es un comportamiento de hostigamiento sistemático que ocurre en el contexto escolar por parte de unos estudiantes hacia otros, e implica una relación asimétrica de poder. Si bien el acoso escolar ha existido siempre de una forma u otra, fue Dan Olweus en la década de los 80’s el primero en abordarlo y estudiarlo de manera sistemática.

El bullying responde a prejuicios y estereotipos y está vinculado con fenómenos tales como la discriminación, la intolerancia hacia lo diferente, la negación de la diversidad social y cultural, y la incapacidad de reconocer al Otro como un legítimo Otro y como un sujeto pleno de derechos. Por ello, el bullying representa, sin duda, un atropello a la dignidad de las personas. Hay diversos tipos de bullying, según este enfatice un aspecto u otro o privilegie alguna forma o modalidad. Por ejemplo, junto al bullying físico, que es uno de los más frecuentes y, como su nombre lo indica, involucra agresiones físicas a la víctima, existen  otros tipos de bullying como el bullying psicológico o el cyber-bullying. Dado que el bullying en cualquiera de sus formas constituye un problema social de gran envergadura y preocupación en todos los países del mundo, se han diseñado distintas políticas y programas de intervención orientados tanto a combatir el problema cuando ya ocurre como a prevenir su aparición.

La mayoría de programas  tuvieron, inicialmente, un enfoque patologizante y punitivo, y aunque este enfoque ha sido ampliamente cuestionado en la literatura especializada, lamentablemente todavía sobrevive. Desde esta mirada, el bullying se percibe como el resultado de condiciones intrínsecas de las personas (enfermedad mental, desadaptación, “maldad”) y las alternativas de solución son, con mucha frecuencia, políticas punitivas o de judicialización, incluyendo leyes “antibullying”, sanciones, y normas que indican que se debe denunciar y penalizar el bullying por vía judicial.

Lamentablemente, esos enfoques no construyen ni permiten resolver el problema de fondo, porque el bullying es un problema moral, no uno normativo. Esto quiere decir que se trata de una problemática de la forma en que nos tratamos las personas, una vulneración a los derechos y una alteración del respeto mutuo y del cuidado del otro. Desde esta mirada, el bullying necesita entenderse como un problema de las relaciones interpersonales y abordarse principalmente desde un enfoque que no sea punitivo.

Dicho enfoque requiere, entre otras cosas, formar e involucrar a los estudiantes para que sean capaces de buscar alternativas de solución para el acoso escolar, por ejemplo, darles estrategias de mediación y ayudarlos a desarrollar sus habilidades para compartir con los demás sus sentimientos y emociones. Dentro de un enfoque no punitivo, el profesor cobra un protagonismo central. Si tomamos la conceptualización de William Damon de una persona con propósito, un profesor con propósito es un profesional ético con un compromiso a largo plazo con sus estudiantes y con los objetivos educativos que desea alcanzar en su práctica pedagógica. Entonces, un enfoque del bullying no punitivo requiere repensar la formación docente inicial y continua a fin de fortalecer el desarrollo moral de los profesores y ayudarlos a convertirse en profesionales éticos, con propósito, con sentido de justicia y con la motivación suficiente para trabajar intentando hacer del mundo –a través de la educación– un lugar más justo y amable para todos. La docencia es una profesión moral pero, lamentablemente, muchos profesores carecen de las cualificaciones necesarias para ofrecer una educación de calidad y para desempeñarse como profesionales éticos que buscan el bien común. Sin docentes con sensibilidad ética, capaces de reconocer al bullying como un problema moral y de enfrentarlo de manera relacional y no punitiva, este problema tan serio no podrá resolverse.

Escribe: Susana Frisancho
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