Gobernar la educación ahora: Decisiones y desafíos
Gobernar implica tomar decisiones que afectan la vida de millones de personas y la primera de ellas es la perspectiva con la cual se asumirá la gestión, las posibilidades son varias, una centrada más en lo administrativo, sosteniendo lo existente y apagando incendios; una de lógica efectista con algunas medidas llamativas, eventualmente muy populares y comunicacionalmente atractivas; otra puede ser emprender un conjunto de reformas que mejoren de manera significativa el sistema, pero también se puede imaginar una transformación sustantiva que permita dar un salto importante en cómo educamos y para qué educamos.
Si bien estas alternativas no son excluyentes y tal vez lo más acertado sea combinarlas, debe ser muy claro cuál de ellas será la que articule a las demás; pues de ello dependerá luego la elección de los instrumentos de política que se desplegarán, sean nuevos, renovados o simplemente continuados serán muchas las personas o instituciones ofreciendo ideas, experiencias o modelos y ejerciendo presión, lo importante será recordar que nada de eso tiene valor en sí mismo, sino en función del propósito al que contribuyen.
En clave de gestión, quien se haga cargo del Ministerio de Educación tiene tres tareas inmediatas que abordar: garantizar el término del año escolar de la mejor manera pensando en los estudiantes, conocer y ajustar el presupuesto que deberá aprobarse en los siguientes 30 días y asegurarse que todo está en curso para el buen inicio del año escolar 2022.
Conviene no pasar por alto por lo menos tres características del escenario en el que les tocará trabajar: el sector es muy grande y tiene una gran inercia con muchas cosas buenas, malas, algunas inútiles y otras contraproducentes o prometedoras; estamos ante un cambio de gobierno y esto ocurre en una situación política y social muy incierta que dificultará construir legitimidad y consensos en favor de la gestión y, lo tercero, por supuesto la pandemia que viene desafiando el sistema educativo más allá de lo que podemos imaginar y que hay que seguir gestionando, pero también hay que decidir cómo afrontar las secuelas postpandemia y qué aprendizajes queremos convertir en una oportunidad para el siguiente período en la educación peruana.
El gran desafío es, sin embargo, tomar posición respecto a los altos niveles de desigualdad y segmentación del sistema educativo que, como sabemos viene de mucho tiempo atrás y se ha profundizado con la pandemia, la actual situación es la negación del ejercicio del derecho humano a la educación, la privación de una vida digna para la ciudadanía y un grave riesgo para la cohesión social y la búsqueda de una patria próspera, honesta y democrática.
Cabe insistir que la desigualdad más grave se refiere al derecho a tener una educación pertinente y de calidad, que nos lleve a la ciudadanía plena, como dice el Proyecto Educativo Nacional; aunque todavía hay déficits importantes en el acceso a secundaria y educación superior y tenemos altos índices de estudiantes que culminan la educación básica varios años después de lo esperado; a lo que se suma los efectos de la pandemia en la interrupción de los estudios de miles de estudiantes y la profundización de la brecha de aprendizajes.
Afrontar la tarea implica:
Conocer las características de las brechas –de acceso, aprendizajes, materiales, conectividad, docentes idóneos–, luego conocer sus magnitudes y su ubicación, es decir cuántos son y dónde están en el territorio; sin una data básica las posibilidades de error se multiplican, con buena data se puede tener estrategias diversas y pertinentes para poblaciones concretas y desarrollar un sistema de alianzas con autoridades y sociedad civil a nivel de localidades.
Un balance de lo desarrollado en estrategias pedagógicas y de apoyo a la labor docente en el aula, nos muestra que no hemos sido capaces de sostener políticas en el tiempo, ni de evaluarlas adecuadamente para tener resultados sostenibles; hemos mejorado en los últimos 30 años, es cierto, pero no lo suficiente y menos de manera sostenida. Toca aprender de lo vivido y de todo lo que la pandemia ha puesto en cuestión como práctica educativa y todo lo que nos ha enseñado como práctica pedagógica.
Sea para recuperar lo perdido o para lanzar la iniciativa de una transformación educativa, se va a requerir de mucha movilización, de alianzas, de motivación que inspire a docentes, directivos, estudiantes y familias a ser actores comprometidos y entusiastas del proceso y a otros actores del Estado y la Sociedad Civil para dar soporte y viabilidad a ese despliegue de voluntades desde el Ministerio, simplemente será imposible.
El magisterio, no puede seguir pensándose sólo como simples operadores de las políticas que deben cumplir normas, ser capacitados y evaluados, es una visión reducida de la relación del Estado con los docentes; ellos son actores, son profesionales, son aliados y desde esa perspectiva tenemos que repensar la formación inicial y en servicio, la motivación, el reconocimiento y las estrategias para mejorar los aprendizajes.
Conectividad y equipamiento digital son indispensables, pero solo rendirán frutos en aprendizajes si van acompañados de diseños y recursos pedagógicos, de movilización y capacitación; así como de modelos institucionales que los hagan parte de la práctica pedagógica cotidiana; de lo contrario, serán recursos perdidos.
Muchos han dicho que la virtualidad ha venido para quedarse, el gobierno entrante tiene que tener una clara propuesta de cómo y en qué medida ello representa una oportunidad, cómo desafía las prácticas pedagógicas, cuál es su potencial para acompañar la educación presencial y de romper barreras para brindar educación de calidad a poblaciones vulnerables o en localidades alejadas.
Por último, el retorno a la presencialidad, será tarea de esta gestión, conviene valorar lo avanzado y trazar la ruta con previsión y en función de la perspectiva que se haya decidido dar a la educación peruana.
¿Nos resignaremos a hacer lo que se pueda? ¿Nos propondremos recuperar lo perdido? O ¿Nos atreveremos a hacer de la crisis y las experiencias vividas una oportunidad de transformación?
El desafío es muy claro: derrotar la desigualdad y segmentación en la educación peruana y avanzar en asegurar una ciudadanía plena para todos y todas.
Escribe: Patricia Salas O´Brien
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