¿Sembrando maíz para cosechar otra cosa?
La diferencia entre el ‘tiempo político’, el ‘tiempo administrativo’, el ‘tiempo técnico’ y el ‘tiempo cronológico’ no es una novedad. A veces, los ofrecimientos que se hacen, y que demandan ‘decisión política’, se enmarcan en plazos y recursos que se hacen de conocimiento público, tras lo cual el área administrativa fija nuevos plazos y recursos, ante los cuales quienes deben realizar el trabajo de carácter técnico deben adecuarse, ¡aún a sabiendas de que los tiempos y los recursos reales a los que se podrá tener acceso no coincidirán!
Pensemos en la siembra y producción de maíz. Este, requiere no solo de un momento preciso para ser sembrado, sino además de tiempos y procedimientos que no pueden ser alterados porque, a diferencia de las convenciones sociales, hay procesos naturales sobre los cuales no tenemos mucho margen de acción. Cosechar maíz, tarda 100 a 150 días dependiendo de para qué queramos el producto. Si contamos con menos tiempo, olvidamos desmalezar, no aporcamos, tenemos acceso restringido a agua o falta mano de obra para cosechar, ¡podemos sospechar lo que va a suceder y lo que obtendremos!
La coyuntura de emergencia sanitaria nos lo recuerda: cada cosa demanda tiempo y recursos que no podemos alterar solo porque alguien lo anuncia o promete.
En setiembre, el ministro de Educación, en declaraciones a un medio local, anunció que se llevará a cabo un programa de reforzamiento para escolares de 5° de secundaria: “Somos imparables, somos promo 2020”. Un programa que pretende atender a cerca de 600 mil estudiantes de 5° de secundaria de Educación Básica Regular (EBR) y de 4° ciclo avanzando de Educación Básica Alternativa (EBA), con la finalidad de asegurar que estén en condiciones de continuar estudios superiores o insertarse en el mundo laboral.
La propuesta, según las declaraciones realizadas, está dirigida a “fortalecer las competencias de escolares de quinto de secundaria con miras a su transición hacia la educación superior” y “estar preparados para rendir exámenes de admisión”. Así mismo, se ha indicado que este programa será complementario a la estrategia “Aprendo en casa” y que se va a “trabajar competencias y orientación vocacional”, “reforzando conocimientos esenciales sobre modelos de negocio y finanzas personales” (Martín Benavides en entrevista a Latina, 20 de setiembre de 2020).
Por otro lado, se ha señalado, que la propuesta está siendo elaborada con “apoyo de universidades e institutos superiores” e incluirá “conferencias de orientación vocacional y apoyo socioemocional”.
Para evitar que nuevamente nos encontremos frente a una campaña de siembra sin considerar plazos, recursos y procesos realistas, creo que es necesario detenernos en al menos dos cuestiones que son clave:
a. ¿Es oportuna la estrategia? ¿Los meses que tenemos por delante bastan para desarrollar las competencias necesarias para continuar con estudios superiores o insertarse al mundo laboral? Existe investigación acerca de cuánto tiempo demanda una intervención educativa para poder obtener resultados sostenibles en el tiempo, y también sobre el momento en que debería realizarse. Por eso, hay que explorar iniciativas como la de Tarea en Cusco (Hidalgo y otros, 2020), en las que se optó por realizar una intervención desde agosto para ofrecer recursos complementarios que permitieran a los estudiantes de 5° de secundaria asumir con mayor autonomía sus procesos de aprendizaje y desarrollo de competencias, contando con un material impreso que redujera el impacto de la falta de acceso o de conectividad para acceder a la estrategia “Aprendo en casa”. Así mismo, la estrategia se basó en el trabajo colegiado de maestros de las zonas para las cuales se producía el material y se diseñaban las experiencias, de manera tal que se lograra cumplir con dos principios pedagógicos: la contextualización (la respuesta a las características y demandas del territorio y de los usuarios finales) y la personalización (la orientación a desarrollar todas las potencialidades de cada persona). ¡Sumando a la promoción de autonomía adolescente un mayor margen de acción a maestras y maestros!
Recurrir a experiencias y actores locales, podría ser un camino más realista que conformar equipos que intenten sostener la ficción de la homogeneidad que tienen algunos programas. ¡Y además permitiría que equipos de diferentes regiones continúen con el proceso de construcción de saber pedagógico y de ejercicio de una docencia reflexiva!
b. ¿Cómo entendemos la formación vocacional dentro de la perspectiva del ciclo vital de las personas? Asumir que los proyectos de vida se construyen en semanas o meses tiene poco sentido. Y seguir pensando que el acceso al siguiente nivel educativo debe asociarse a un examen de ingreso –como los que solemos ver–, también es poco realista. Tal vez, tenemos la oportunidad de volver a pensar estos dos procesos sobre lo que supone la experiencia vital de cada niño y adolescente.
c. ¿Qué papel nos va a tocar a maestras y maestros para que una estrategia de este tipo se ponga en marcha y tenga resultados beneficiosos? ¿Y a las familias y comunidades de pertenencia de los estudiantes implicados?
Esto puede resultar más complejo, porque se sigue insistiendo en el desarrollo de competencias por áreas curriculares, en lugar de aprovechar la oportunidad para pensar en intervenciones educativas en las que se articulen e integren las acciones que la escuela y las comunidades podrían llevar a cabo. Contextualizar no supone sólo “estudiar la realidad”, sino, habilitar a las personas para volver sobre ella. La coyuntura actual nos ha devuelto ese reto: cómo la escuela está en capacidad de acompañar a los adolescentes en los procesos de afrontamiento de todo lo que está sucediendo, en qué medida las conferencias y charlas son un recurso suficiente para desarrollar competencias, qué demandas de formación docente se han abierto… ¡y cómo estamos pensando atenderlas!
La crisis para los antiguos griegos era un momento de separar y decidir. Pensar en procesos educativos, así como sembrar, es un asunto crítico en ese sentido: requiere decidir, pero habiendo evaluado las posibilidades. Si no tengo tiempo ni recursos para maíz, tal vez es mejor pensar en otro producto… ¡y no dejar de pensar en otros escenarios a futuro, pero actuando a tiempo!
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Escribe: Leonardo Piscoya Rivera, profesor de la Facultad de Educación, Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas
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