Educación a distancia: Una mirada desde la experiencia de estudiantes de EBA

Las personas y las instituciones de manera permanente desempeñan múltiples roles en la familia, en el barrio, en el trabajo y en la sociedad en general. Roles que en situaciones que irrumpen de manera inesperada y agresiva como la pandemia del COVID-19, tienen que ser modificados de manera inmediata, sobre la marcha, para responder de la mejor manera posible a nuevas situaciones, problemas y desafíos, en este caso para preservar la salud y la vida de la humanidad. Estos cambios ponen a prueba la capacidad de aprender a vivir en permanente tensión entre atender lo urgente, el ahora (comida, higiene, cuidado mutuo) sin perder de vista hacia dónde aspiramos dirigirnos, entendiendo que la pandemia y el aislamiento pasaran y pueden ser fuente de múltiples aprendizajes en la vida y para una vida en armonía social y con la naturaleza.

Optamos por acercarnos a la compleja realidad que vivimos desde distintas experiencias de estudiantes de EBA. Una experiencia familiar, que es el espacio en que el aislamiento, sus restricciones, orientaciones y protocolos se concretizan en la vida de las personas. Conversamos con la señora Carmen sobre cómo vive la cuarentena y en especial sobre su experiencia de educación a distancia como estudiante y mamá de estudiantes en un año escolar muy distinto a los anteriores. Ella vive con su familia, y estudia en el Periférico Puyusca del centro de Educación Básica Alternativa (CEBA) Juan Guerrero Quimper en el distrito de Villa María del Triunfo. Otra, la experiencia de dos estudiantes en proceso de rehabilitación, internos en el Instituto Promocional para familias en alto riesgo social “Un Milagro de vida” – Casa Fray Martín de Porras de Villa El Salvador, donde funciona un Periférico del CEBA Peruano Suizo.

¿Quiénes son nuestra entrevistada y entrevistados?

La señora Carmen Cárdenas Huamaní, nos dice: “nací en Ayacucho y por el terrorismo mis padres me trajeron a Lima a los diez añitos. Me dejaron con personas extrañas y no pude estudiar porque tenía que trabajar. Actualmente tengo 43 años de edad, vivo en Villa María del Triunfo y estudio el segundo grado del ciclo avanzado de EBA. Tengo tres hijos, uno de dieciséis años que terminó secundaria el año pasado, se estaba preparando en preuniversitario para arquitectura pero se cortó por la cuarentena. Una hija de catorce años en secundaria y un niño de cuatro años en inicial. Los dos menores están estudiando con Aprendo en Casa y yo también estudio de forma virtual, quiero terminar la secundaria y ojalá cumplir mi sueño de ser enfermera. La cuarentena ha traído muchos cambios de un momento a otro. Antes, yo estaba en mi casa, mis hijos se iban a estudiar y mi esposo a trabajar. Además, yo estaba en Qualiwarma ayudando a repartir (los alimentos), y estudiaba en EBA. Ahora no salimos por miedo a contagiarnos, yo sólo salgo a una tiendita que está cerca para hacer las compras”.

Desde su centro de rehabilitación, Cristián Dunkan Yáñez Alayo se presenta: “tengo 39 años. Ahora estoy en rehabilitación, por eso no trabajo, pero me dedico a trabajos de construcción, electricidad, gasfitería, arreglo de techos. Me siento tranquilo gracias a Dios la enfermedad no ha llegado al entorno donde me encuentro. Por estar en internamiento no me ha afectado”.

Por su parte, interviene Carlos Eduardo Arbulú: “tengo 27 años. Soy telecomunicador de ventas para servicios de internet y teléfonos. Conozco el manejo de herramientas virtuales y ahora apoyo en eso a mis hermanos del instituto de rehabilitación. Confío en Dios y estoy cumpliendo con la cuarentena. Si tengo que salir, salgo con tapaboca y después el lavado de manos con jabón. Sigo las prescripciones y me siento tranquilo. Mi familia también está bien”.

Estudiar a distancia en el contexto de la cuarentena

Carmen, quien combina roles de mamá y estudiante comparte lo siguiente: “me he organizado en dos turnos para cumplir de mejor manera. En las mañanas, con el más pequeño vemos la tele. Después esperamos que la profesora nos mande videos y los trabajitos que debe hacer, yo le apoyo para que los haga y los mando por WhatsApp que felizmente ya sabía usar. Mi esposo apoya cuando le piden que haga un juego con el niño, hacemos un video y lo mandamos. Si la tarea está bien, la profesora manda una carita feliz, felicita a mi niño y eso lo motiva a seguir.

Mi hija estudia secundaria en la tarde también por televisión. La primera semana había sólo dos cursos pero no se entendía mucho. Ahora hay más cursos y ha mejorado, han puesto un alumno que hace preguntas, conversa y eso ayuda a comprender. Mi hija ya se está adaptando y trabaja sola, si no entiende algo, sobre todo de matemática, su hermano le ayuda. Ella manda sus trabajos y videos, el profesor revisa si está bien o si tiene que arreglar algo y cuando la felicitan está feliz.

En EBA tenemos clases todos los días en la tarde, dos cursos cada día. Cada profesora manda las tareas, desarrollo mi trabajo y cualquier duda le pregunto, todo por celular o WhatsApp. También mandamos los trabajos al grupo, un video o audio de las exposiciones. Yo hice una exposición, hice un papelógrafo, lo pegué en la pared y mi hija me hizo un video exponiendo, y lo envié. También tenemos una computadora e internet en casa y lo que no sabemos buscamos en internet. Mis compañeros, somos como veinte, también mandan sus trabajos, pero no todos y no nos comunicamos porque algunos viven más arriba que yo y no tienen internet”.

Cristian afirma con satisfacción: “ahorita soy delegado del aula, participo atendiendo las clases, escucho, tomo notas, datos, actualizándome sobre el coronavirus. Apoyo y coordino con las profesoras y estudiantes. Conecto la computadora, el WhatsApp, el teléfono para recibir las videollamadas. Tenemos un proyector y una pizarra para ver la imagen grande que nos facilita el director del centro. A pesar que es la primera vez que se hace educación a distancia en educación básica, en la universidad sí se hacía, me gusta que las profesoras se hayan adaptado tan rápido. Han seleccionado lo más básico para que aprendamos, nos mandan las hojas que se proyectan en grande y parece que están aquí porque escuchamos su voz”.

Carlos Eduardo dice: “participo cuando la profesora de cada curso nos hace preguntas por WhatsApp. Tenemos una computadora y una pizarra donde se proyecta. Yo respondo y se refleja mi respuesta para todos. Es un medio de aprendizaje actualizado, no es como el presencial con más intervención pero es más didáctico porque puedo visualizar imágenes que nos envían las profesoras. Es un excelente medio de aprendizaje”.

Foto: TAREA

En virtual también se aprende pero no es igual

Carmen opina: “entre clases virtuales y presenciales votaría más por la presencial porque es de persona a persona. En virtual también se aprende pero no es igual, es más cómodo estar en mi casa pero en presencial se comparten opiniones entre compañeros y con las profesoras. Este año se han incorporado nuevas profesoras y no nos conocen ni las conocemos personalmente, por eso siento un poco de temor porque no sé cómo es cada una, cómo me van a contestar. En cambio con las profesoras que nos conocemos hay más confianza. Me gustaría que en las clases virtuales haya más información y refuerzo como es en el presencial, sobre todo en matemática y en inglés, porque si cada día hacemos un tema nuevo es como saltar a otro tema sin haber entendido. Por eso pido que nos expliquen más y pienso que mis compañeros también quieren esta mejora”.

Cristián compara su propia experiencia: “iba a clases presenciales cuando era adolescente. Los ojos del profesor estaba en todos nosotros, quien atiende o no. Ahora virtualmente, eso lo hago yo, no hay profesor, no hay ese toque. A los profesores les digo que sigan trabajando como lo hacen, que sigan adaptándose al cambio, que nos enseñen como quieren que enseñen a sus hijos, como a su familia, que sean empáticos. Durante la pandemia no podemos volver a clases presenciales pero después si me gustaría, por ese toque humano de ver a la profesora, eso falta, la presencia del profesor. Sentir que nos mira para poder cumplir con las expectativas. Por ahora, estudiamos y eso nos hace sentir bien”.

Por su parte, Carlos Eduardo refiere: “aprendo igual, los cursos son claros, los profesores se desenvuelven excelente en su papel, pero se podría mejorar dando más énfasis a temas de los cursos, más tareas para aprender más. Podrían ponernos un taller virtual, electrónica o costura, para enriquecerme más y sirva para mi proyecto de vida. A las profesoras les digo que les doy gracias por el tiempo que se toman con nosotros, si no fuera por ellas no seguiría avanzando en mi aprendizaje. Mientras dure la pandemia seguiremos con clases virtuales para prevenir pero me gustaría volver a las clases presenciales porque podría interactuar más con la profesora, no sólo con mis compañeros de la casa de rehabilitación”.

Nuevas demandas, aprendizajes y desafíos

Dada la pandemia del Covid-19 la educación a distancia a nivel nacional, vía radio, televisión o internet, intenta responder a la necesidad de acercar la educación escolar a las y los estudiantes a su lugar de aislamiento, sea la casa familiar o un centro de rehabilitación. Se trata de una experiencia nueva como forma de atención generalizada en nuestro país, que está evidenciando con toda claridad no sólo la riqueza de nuestra diversidad cultural sino, sobre todo, las enormes desigualdades en nuestra sociedad y en particular las llamadas brechas educativas acumuladas desde hace varias décadas atrás.

En este contexto, las experiencias de educación remota de Carmen, Cristián y José Eduardo, en el cono sur de Lima muestran la heterogeneidad de experiencias y condiciones de vida de estudiantes adultos de EBA. Al mismo tiempo su capacidad para responder a una nueva forma de aprender y flexibilidad para modificar una imagen, a veces estereotipada, de ser adulto-a, mamá, estudiante o encontrarse en proceso de rehabilitación por algún tipo de adicción.

Carmen, aparentemente, desempeña los roles de siempre: estudiante, mamá, ama de casa, trabajadora y ciudadana. Sin embargo, la pandemia y el aislamiento le demandan poner en juego recursos emocionales, sociales y económicos personales como familiares para vencer el miedo e incertidumbre de cada día, resolver las necesidades básicas de supervivencia y mirar con cierto optimismo y esperanza lo que vendrá. Es decir, que pueden parecer los mismos roles pero están siendo afectados y modificados por el contexto, y en muchas familias no siempre con una respuesta positiva por sus condiciones de vulnerabilidad.

Quedarse en casa y estudiar a distancia está modificando, o al menos cuestionando, los roles de los padres con los hijos, de éstos con sus padres y entre hermanos en cuanto a las tareas escolares, lo cual requiere esfuerzo, empatía, solidaridad y flexibilidad para adecuarse a nuevas circunstancias, cambios en la rutina familiar y en la forma de estudio. Para Cristian y José Eduardo, a su experiencia de rehabilitación con un grupo de pares que por ahora es su familia, la experiencia de educación remota le suma elementos importantes, por ejemplo asumir un rol de liderazgo o aportar con su conocimiento en el uso de herramientas virtuales, que contribuyen a fortalecer la confianza en su capacidad de recuperación integral para retomar sus proyectos de vida más enriquecidos con sus aprendizajes.

No obstante, según la conformación de cada familia o grupo, y de sus condiciones de vida, estos cambios pueden generar mucha tensión y frustración si no cuentan con las herramientas indispensables para conectarse con las y los docentes que les acompañan en este proceso con soporte socio emocional y pedagógico, lo cual afecta especialmente a estudiantes y familias en condición de pobreza y pobreza extrema de un alto porcentaje de nuestra población.

Pensamos que la educación a distancia y la presencial no son excluyentes y que la experiencia de la pandemia en nuestro país es una oportunidad para buscar respuesta a preguntas, no de ahora, sino de décadas atrás, y que el sistema educativo, social, político y económico no ha resuelto: ¿Cómo acabar con la exclusión y garantizar una vida digna para todas y todos? Hoy, ¿Cómo incluir en la educación a distancia a estudiantes en condición de pobreza y pobreza extrema de zonas urbano marginales y rurales? ¿Cómo optimizar en la educación a distancia la relación interpersonal de las y los estudiantes con sus docentes y entre compañeros, tan valorada por ellas y ellos? ¿Estamos logrando aprendizajes significativos y el desarrollo de competencias?, ¿Qué estamos haciendo o debemos hacer, Estado y sociedad, para lograr el ejercicio pleno del derecho a una buena educación a lo largo de la vida para la formación integral de todas las personas sin excepción?

Agradecemos a las profesoras Rosa Hernández y Maritsa Machuca y al sicólogo Manuel Pérez Buendía, director del Centro de rehabilitación, por facilitarnos el contacto con estudiantes de EBA. (Nora Cépeda, Tarea).