Fenómeno ECE: El año 2017 debe ser el punto de inflexión
El año 2014 representó para la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) su momento cumbre. Los resultados fueron extraordinarios. Saavedra, cosechando el trabajo desarrollado por la gestión de la ministra Salas, entró con una aureola de éxito al Ministerio de Educación (Minedu). Incluso, el Minedu atribuyó a diversos factores los logros alcanzados; factores que siguieron presentes durante el 2015; pero que no fueron suficientemente determinantes para mantener los resultados en la ECE de ese año. La ECE-2015 nos mostró que la tendencia dominante de mejora lenta continuaba; y que el 2014 fue un año excepcional.
Más allá de los resultados, que no nos mostrarán cosas nuevas en la ECE-2016, lo que interesa es lo que está sucediendo en las escuelas y en las aulas hoy en día. Y si bien el fenómeno ECE en una primera etapa ha servido para resucitar una escuela pública agónica, ha sido insuficiente para arrastrar un proceso de reforma educativa que transforme las prácticas docentes y promueva aprendizajes de calidad.
La apuesta por articular, a largo plazo, el proceso de mejora educativa alrededor de la ECE constituye un error de política que empieza a pagarse caro. La ECE se ha convertido en horizonte, meta y medida de una calidad educativa sin poder transformador. Las políticas de estímulo, de gestión escolar y de acompañamiento pedagógico centradas en la ECE están llevando al debilitamiento de un proceso que comenzaba a motivar al profesorado, que reafirmaba su identidad profesional, que lo responsabilizaba por los aprendizajes escolares y que lo empoderaba.
Hoy las escuelas han perdido su norte y aplican indiscriminadamente pruebas con el formato ECE con el único propósito de que l@s estudiantes aprueben satisfactoriamente la prueba censal. Las instituciones educativas están obsesionadas con los rankings de la ECE y los bonos. Sin embargo, los aprendizajes que están logrando nuestr@s niñ@s están muy lejos de ser aprendizajes relevantes. Son aprendizajes rutinarios que sólo funcionan óptimamente en pruebas con un mismo formato. En contextos nuevos o diferentes de la vida real o en situaciones de evaluación con otros instrumentos de evaluación, l@s niñ@s no responden. Son incapaces de transferir lo que han aprendido. Con esto estamos afirmando que l@s estudiantes no están desarrollando competencias.
Y no están desarrollando competencias porque nuestr@s docentes tampoco están mejorando sus competencias profesionales. El Minedu tiene una política errática en relación al Marco de Buen Desempeño Docente; y mientras que los procesos de evaluación lo toman como referencia, los procesos de formación docente y de soporte pedagógico apuestan por un docente concebido como un operador mecánico que sólo aplica sesiones de aprendizaje y hace simulacros de la ECE.
Hoy que nos encontramos frente a un nuevo currículo, un currículo que tiene una perspectiva de formación integral de l@s estudiantes, el fenómeno ECE representa un escollo para la implementación del mismo. Diez años de ausencia de una política curricular clara han convencido al profesorado de que el currículo es un dispositivo educativo irrelevante. Y si bien, antes sólo recibía una valoración simbólica, ahora no goza de ninguna consideración.
El primer año de vida de nuestro flamante Currículo Nacional ha sido un año muerto. Parece que el nuevo bebe ha sido una criatura no planificada o ha debido mantenerse en la incubadora. Pero no es extraño que a nadie le haya importado. Las capacidades que se evalúan en la ECE cumplen la función de un currículo normativo. Se trabaja sobre aquellos aprendizajes que se evalúan. Y lo único que se evalúa y se valora en el sistema escolar es la ECE.
Mientras que la ECE siga siendo el núcleo de aquella política educativa asociada a los aprendizajes, será imposible que el Currículo Nacional se integre al trabajo pedagógico de l@s maestr@s. El Minedu necesita hacer un serio proceso de reflexión y evaluación de lo que ha significado durante estos diez años el fenómeno ECE y las consecuencias que ha tenido en la vida de las escuelas. Esto implica una revisión exhaustiva del conjunto de políticas pro-ECE que ha impulsado y sigue impulsando el Minedu.
El Currículo Nacional no va a poder competir con la ECE. Esa es una guerra perdida de antemano. La primera medida a tomar debe ser la suspensión de la ECE en el 2017. Pero esta medida es insuficiente. El Minedu debe buscar las formas más adecuadas de volver a colocar el currículo como centro de las políticas educativas y de convencer al profesorado de su necesidad e importancia. Hay que volver a colocar el Marco de Buen Desempeño Docente (MBDD) como referente fundamental del desarrollo profesional docente. Y hay que avanzar en la formación de competencias para la vida en nuestros niños y niñas.
Seguir apostando por los resultados de las pruebas de la ECE y creer que son el indicador de la calidad educativa es continuar autoengañándonos. Hay que dar un paso adelante.
Escribe: Eduardo León, autor de la investigación “Efectos del fenómeno ECE en las prácticas docentes” realizado con el apoyo de Tarea y Grade.