Aprender a amar al diferente para no discriminar

¿Los niños pequeños son capaces de discriminar? ¿Cuándo empezamos a dar muestras de ese comportamiento? ¿Será posible revertirlo? Estas fueron algunas de las interrogantes que impulsaron una consulta que realizó la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación, CLADE, en Brasil, Colombia y Perú. El libro que contiene los principales hallazgos del estudio fue publicado recientemente y su presentación en Lima dio lugar a un enriquecedor diálogo entre los asistentes al evento. En él advertimos que la conciencia del discrimen muchas veces suscita sentimientos de impotencia ante un hecho que se presenta fuertemente enraizado en la sociedad peruana y latinoamericana. La consulta de la CLADE explora las manifestaciones de discriminación en escuelas, institución socializadora por naturaleza, y priorizó centrarse en la educación inicial con niños y niñas entre 4 y 8 años. El estudio se realizó en escuelas ubicadas en una ciudad grande y una ciudad pequeña en tres países, Brasil, Colombia y Perú. En nuestro país se llevó a cabo en Lima (San Juan de Lurigancho) y Urubamba, Cusco. En total, participaron 12 escuelas, de allí el carácter exploratorio y cualitativo del estudio, el que invita a ampliarlo y profundizarlo para un mejor conocimiento de la discriminación en la escuela en cada país. El estudio parte del reconocimiento de la capacidad de los niños y niñas para expresar sus opiniones desde muy temprana edad y de la importancia de tener el mayor conocimiento posible del entorno humano en el que crecen. De ahí que involucró a toda la comunidad educativa: los niños y niñas, sus docentes y directivos, el personal de servicio y los padres y madres de familia. Los instrumentos aplicados permitieron obtener muestras claras de cómo la discriminación es como un telón de fondo en el que transcurre la vida en la escuela. Muchas veces se niega su existencia, pero esta no tarda en aflorar si nos detenemos a observar la cotidianeidad de esta institución. Es muy frecuente que a las primeras indagaciones sobre discriminación en la escuela, las respuestas tiendan a negarla o hacerla poco visible. Sin embargo, ante preguntas concretas a un cuestionario estructurado, el 78% de los adultos admite haber observado algún tipo de discriminación en su escuela. Esta se da por racismo contra población indígena o afro-descendiente, la condición económica, el género y orientación sexual, el cargo que se ocupa, algún tipo de discapacidad, el lugar de procedencia, la apariencia o aspecto, la lengua, la forma de hablar, la gordura. Cualquier rasgo diferente puede dar lugar al discrimen. Las opiniones de niños y niñas se recogieron con cuatro estrategias de escucha: (a) dibujos y ruedas de discusión sobre qué les gusta y qué no les gusta en la escuela; (b) presentación de los lugares de su escuela que les gusta o no y por qué; (c) fotografías de los amigos/as, y (d) cuentos para completar en el que los protagonistas sufren algún tipo de discriminación. En todos los casos, niños y niñas expresaron valores y costumbres que han aprendido en su experiencia personal, familiar y escolar. Y si bien manifiestan que son capaces de discriminar, también demuestran ser muy sensibles al sufrimiento del discriminado y admiten que la situación puede cambiar. He aquí algunos ejemplos de sus expresiones: “A los compañeros “no les gusta jugar con negritos porque (ellos) son blanquitos”. (Urubamba). “No le tomé foto porque es moreno“ (Colombia) “¡Eso es juguete de hombre!”, “ellas no saben jugar” (niño, Lima, sobre juego de trompo). “(…) a las personas no les gusta quedarse con las personas que están en sillas de ruedas” (Baixa Grande, Brasil). Pero para concluir las historias incompletas agregaban. “se puso triste, fastidiado”, “sufrió y lloró”. “Y ¿por qué se ve en la tele? ¿Las niñas no pueden jugar? ¡Sí pueden!” (Baixa Grande) Otro niño dijo que había visto “un montón de personas que andaban en sillas de ruedas haciendo ejercicios” (Baixa Grande) “En el juego de policías y ladrones ella podría ser la delegada, que “permanece sentada, solo viéndole la cara a los policías”. Niños y niñas dieron muchas muestras de la violencia física que viven en la escuela: los mayores maltratan a los pequeños; los hombres pegan a las mujeres, los profesores pegan o encierran a los niños. Paralelamente, señalaron lo que les gusta del ambiente escolar y eso está siempre relacionado con la amistad, el juego y la convivencia. Les gusta los lugares bonitos, los jardines con flores y se solidarizan con los daños a la naturaleza. Una reflexión necesaria para luchar contra la discriminación en la escuela, desde la educación inicial, es que ella bien puede o debe ser un espacio de práctica política democrática. Lograrlo implica una constante observación de las propias prácticas y las de los demás, la firme decisión de no transar ante los obstáculos y procurar siempre una mayor participación de padres, madres, familia y comunidad. El diálogo es el instrumento más fuerte en esta lucha, por difícil que sea. Acercarse al otro, aprender a amarlo como a uno mismo.

       
Escribe: Madeleine Zúñiga, coordinadora nacional de la Campaña Peruana por el Derecho a la Educación

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