La educación amenazada

Foto: Andina

En los últimos tiempos la sociedad peruana ha desarrollado tres sensibilidades de signo progresivo en torno a temas centrales de la agenda país. En primer lugar, el rechazo a la corrupción que reemplazó el “roba pero hace obra”, instalado por décadas en el sentido común. En segundo lugar, la indignación frente a la violencia contra la mujer junto a la convicción de la igualdad entre hombres y mujeres. En tercer lugar, la emergencia de una ética ecológica que reacciona contra la depredación de la Amazonia y el agro. Se trata de un salto desde la indignación (ante los feminicidios, la violencia, la podredumbre y el saqueo) hacia la esperanza.

Mientras esto ocurre en la escena social y ciudadana, la escena política no marcha al mismo ritmo en todos los casos. En el tema de corrupción el presidente con su gabinete y los gobiernos regionales (aunque sin bancada y sin partido), enfrenta a los sectores conservadores-mafiosos, tendiendo un puente directo con la ciudadanía. En el tema de género, el poder ejecutivo y la sociedad civil libran una dura batalla contra los sectores retardatarios que arremeten desde el congreso con algunos soportes sociales. En el tema ambiental, se observa cierta vacilación frente a los sectores que defienden el modelo de mercado a ultranza y reclaman que se imponga a sangre y fuego un proyecto depredador.

Desde el lado ultraconservador las voces rancias arrecian. En medio de la crisis política se ha despertado un espíritu retardatario que intenta dar marcha atrás en el tiempo para imponer esquemas superados históricamente. El lado oscuro de la política aglutina a representantes de diversas bancadas, grupos religiosos fundamentalistas y el colectivo con mis hijos no te metas. Sectores evangélicos son la punta de lanza que convierte el ataque al “género” en una suerte de extirpación de idolatrías. Pero su batalla va más allá del tema género. Aspiran a una sociedad que cobije a los corruptos, consagre la impunidad y arrase con los derechos humanos que algunos denominaron años atrás “una cojudez”.

La educación no es ajena a este contexto. Se ha convertido en un campo de disputa de sentidos. Las corrientes conservadoras desarrollan una estrategia que busca desbaratar avances en algunas reformas. Cuando nadie pensaba que el escenario podía empeorar, la designación de Tamar Arimborgo como presidenta de la Comisión de Educación del Congreso mostró lo contrario. Inauguró su gestión con presencia de los líderes de Conmishijosnotemetas y en menos de 15 días arremetió con varias medidas. Continuará con la investigación a los ministros sobre la producción de los textos escolares con contenidos “inapropiados” y anunció que “fiscalizará” la elaboración del proyecto Educativo Nacional 2021-2036 así como el licenciamiento de universidades (varios dados de baja por no cumplir con los requisitos de calidad). Hace pocos días Arimborgo, junto con el presidente del Congreso y los congresistas Milagros Salazar, Rosa Bartra, y Julio Rosas, participó en una actividad organizada por el colectivo Conmishijosnotemetas en San Isidro.

No es casualidad que simultáneamente desde la bancada de Acción Republicana (a la que pertenece el presidente del Congreso) se haya presentado un Proyecto de Ley que propone que los padres de familia vigilen los contenidos de los textos escolares y que se imparta educación religiosa a cada niño según sus creencias. Pretenden quitarle al estado su rol rector y negar el carácter laico de la educación pública.

La embestida retardataria tiene antecedentes. Ya había venido atacando por varios flancos los avances logrados en el currículo, la educación sexual y en la propia gestión, tildada como equivalente a “Sodoma y Gomorra”. Todo ello sazonado con declaraciones que causan estupor y risa al mismo tiempo: “El enfoque de género produce sida y cáncer”, “La función del sexo y de su anatomía es la reproducción y no el placer”, “No te echarás con varón como si se tratase de una mujer, es abominación”, “El enfoque de género ‘causa sida y cáncer’”, “No a las orgías y el sexo anal en los colegios”, etc.

A estas alturas hay que desechar definitivamente la idea de que el sector educación puede avanzar solo, aislado de lo que ocurre en la escena política y en la escena social, porque éstas lo impactan y desafían cada vez más. Por el contrario, recoger el impulso ciudadano por la igualdad y la democracia es la mejor forma de enfrentar el conservadurismo y de consolidar cambios que, de otro modo, se tornan muy vulnerables. La agenda social es hoy parte sustancial de la agenda educativa pendiente. Su gravitación rebasa ya hace tiempo los límites de la transversalidad.

Una alerta adicional es que la arremetida retardataria polariza arrastrando a sectores neoliberales partidarios del capitalismo salvaje y del recorte o extinción de derechos sociales. Este sector también está actuando en los espacios tecnocráticos y trata de incidir en el ideario educativo.

De los tres temas mencionados, el sector educación ha reaccionado con acierto y firmeza sobre el enfoque de género, reafirmándolo y rechazando tajantemente el machismo y la homofobia. No obstante el asalto conservador de Conmishijosnotemetas cogió desprevenido al sector, que no había construido un sentido común en la comunidad educativa. Sobre el tema corrupción la actual gestión educativa ha afirmado la necesidad de una educación ciudadana lo que constituye un avance inicial que requiere ser continuado tomando la problemática de la corrupción directamente y contextualizando este aprendizaje con los hechos y acontecimientos que ocurren todos los días. El tema ambiental perdió el inicial posicionamiento que tenía en el sector y se redujo al cultivo de hábitos saludables. Hoy se requiere vincularlo directamente a la lucha social y ciudadana por el cambio de un modelo de crecimiento que desprecia la naturaleza y privilegia la ganancia frente a la vida.

Como señala Thompson, los conflictos sociales no esperan sentados en la puerta a que los académicos o funcionarios los inviten a pasar, sino que eclosionan y obligan a tomarlos en cuenta. Los movimientos sociales emergentes han venido para quedarse porque traen consigo los signos y esperanza de una nueva humanidad. Son parte del horizonte de bienestar, justicia y vigencia de los derechos humanos, que debe marcar la acción educadora en este momento clave de la historia del país.

Escribe: Teresa Tovar Samanez, especialista en políticas educativas y docente de la
Pontificia Universidad Católica del Perú

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