La modernidad ha generado una cultura antropocéntrica basada en un comportamiento instrumentalista en todas las facetas de nuestra existencia, especialmente aquella relacionada con nuestro entorno natural, impregnando con un obsesivo pragmatismo los sistemas económicos, sociales y educativos, haciendo que todo gire en función exclusiva de la vida de una sola especie, la humana.

Es preciso reorientar esta visión que ha acompañado nociones de desarrollo que resquebrajaron la sana interacción con los demás seres. Se hace necesario replantearla y asumir comprensivamente la complejidad de las relaciones entre las especies, el trato con los animales y las plantas, la cultura de lo vivo, así como el cuidado del bosque amazónico, la crianza de la chacra andina, además de la democracia participativa, el uso de las energías renovables, el diálogo bioético entre las ciencias y tecnologías para el reencuentro con la sabiduría.

Para las economías neoliberales y de capitalismo de Estado que constituyen en estos tiempos la expresión evidente de la racionalidad instrumental, la destrucción de la naturaleza no aparece como pérdida; es más: toda la vida se sacrifica para que perviva la acumulación de recursos y de riqueza a corto plazo y en pocas manos, sin caer en cuenta de que esta lógica extractivista es autodestructiva porque acaba con las bases reales de toda producción: la vida natural y la vida humana.

El Quinto Informe de Evaluación elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático – 2013 (IPCC), quizá el trabajo más actualizado, completo y sustantivo del saber científico respecto a la crisis ecológica, presenta conclusiones incuestionables y preocupantes: la crisis avanza incontenible y el hombre es su principal responsable.

Con este número la revista TAREA pretende contribuir a la toma de conciencia del grave problema de la crisis ecológica y su relación con la educación. Se aborda en ella la demanda por una re-evolución en la educación desde la perspectiva ambiental intercultural y crítica para una nueva relación en la que prime el respeto por la Tierra y la vida en todas sus manifestaciones. Se aboga por un encuentro intercultural con los saberes del mundo indígena que por siglos demostraron ser capaces de propiciar una relación con todos los seres en el marco de la complejidad y la búsqueda de la armonía. Se presentan experiencias internacionales y nacionales que dan muestra de que es posible emprender el reencuentro con la madre nutricia a través de iniciativas municipales y educativo-escolares. Asimismo, un conjunto de docentes medioambientalistas analizan las implicancias y desafíos de la crisis ecológica y las alteraciones en el mundo físico y territorial, y plantean sus propuestas.

Cuando la bióloga Rachel Carson denunciaba en 1962 que en regiones cada vez más amplias de los Estados Unidos la primavera llegaba sin el anuncio del retorno de los pájaros, y en las primeras horas de la mañana, que antes se llenaban con la belleza de su canto, había ahora un extraño silencio, la ilustre ecologista emprendía una lucha prácticamente en solitario. Afortunadamente, ahora son cada vez más las voces que demandan un profundo cambio ya no de sistemas económicos, políticos y sociales: se exige un cambio civilizacional.

Ante este desafío, la educación proporciona las herramientas necesarias para realizar un análisis crítico de las condiciones ambientales, permitiendo identificar los principales problemas y fomentar la participación en la solución de éstos. Saludamos la realización de la COP20 y subrayamos como un aspecto valioso la presencia indígena, dado nuestro compromiso con la Educación Intercultural Bilingüe. A partir de este evento será impensable una COP sin presencia indígena, uno de los grupos que más cuida la naturaleza, pero que paradójicamente es uno de los más afectados por la crisis ecológica.